La metamorfosis del periodismo

El periodismo ha mutado, de ello no hay dudas. Como ya se vió el periodista y lo que este escribe sufrió una metamorfosis en su afán por adaptarse a las nuevas demandas, al nuevo público y las últimas herramientas que han llegado con los avances tecnológicos. En paralelo y como respuesta natural ante tantas modificaciones el periodista intenta adaptarse a una “modernización” de esta profesión, sin embargo, muchas veces no logra “agiornarse” ante tantos pedidos y demandas. El rol se invierte. El periodista lentamente pierde su libertad y se ve apresado por las voluntades populares, pasando a escribir; no por un interés propio en informar, sino en búsqueda de satisfacer al público. Es decir que los públicos ya no son solo demandantes, sino que además son “propios productores” o, así mismo, “jefes”. Estás prácticas son propias de las megas empresas periodísticas, por ello Ramón Salaverría manifiesta en su decálogo que si alguien pretende realizar buenas tareas periodísticas debe crear un medio propio e independiente. Salaverría cometa algo muy cierto, lo cual podría sonar contradictorio con lo anteriormente dicho. El periodismo moderno y cibernético tiene un carácter fundamental, es interactivo. Con las redes sociales y mismo desde el apartado de comentarios en los propios blogs el lector cuenta con la herramienta del comentario. El periodista debe ser inteligente y fluir como el agua en el río, sabiendo escuchar y leer el contexto para adaptarse al medioambiente. Una de las graves faltas del periodismo actual se ve resaltada en el decálogo del periodista español. Él menciona que para saber escribir primero se debe leer. Por más absurdo que esto suene, cada vez se lee menos. En Argentina el ciudadano promedio lee libro y medio al año, por lo cual, y siguiendo la lógica de Salaverría cada vez se escribe menos para un público que, en simultaneo lee menos en forma descarada. De igual manera, los lectores; especialmente en la prensa digital, quieren inmediatez y velocidad, por lo cual se tiende a leer noticias más cortas o simplemente ojear los textos. Por ello es que los periodistas deben “agiornarse” a la cultura del click y del multitasking para lograr sobrevivir en esta selva digital. “Lo local es todavía una mina virgen en la red”. Esto es algo muy cierto, en las noticias hay tanto nichos por explotar e investigar que asombra. Los medios se vuelven rutinarios en cuanto a las noticias o temas que se tratan, por lo cual todavía hay mucho por cubrir. Por ejemplo, en Argentina el hockey sobre patines es un deporte potencia pese a ser practicado en pocos lugares. Entonces… ¿Por qué apenas hay periodistas que hablen sobre ello? Tomás Eloy Martínez, uno de los más grandes escritores argentinos desarrolla otros puntos sobre el periodismo moderno. El periodista argentino conexa unos ítems trascendentales y, a diferencia de Salaverría que interioriza en el periodismo digital, el autor sudamericano se refiere más bien al común de esta profesión. Fidelidad, veracidad, trabajo en equipo al servicio de los lectores y la conciencia periodística son los puntos más importantes. Martínez menciona cuán importante es cuidarse el nombre propio como profesional. Para ello se debe escribir notas que resalten por su veracidad, información e investigación periodística. Sería insuficiente o pobre, escribir notas donde la información volcada, carezca de un exhaustivo trabajo de comprobación. "El único patrimonio del periodista es su buen nombre". En una profesión tan laureada como basureada uno debe respetarse a sí mismo y escribir lo que le gustaría leer. Las fake news, los datos no chequeados o directamente la información inventada no hacen más que manchar y machacar el nombre que tanto cuesta conseguir. Es aquí donde el periodista protagoniza una dura batalla en su interior. Los valores, deseos, aspiraciones y sueños juegan papeles que confrontan al profesional. Por un lado, el amarillismo, como herramienta tentadora en la inmediatez de las redes florece de forma muy atractiva. Sin embargo, en esta búsqueda por hacerse respetar y lograr formar un nombre es donde el periodista debe saber maniobrar dentro de esta metamorfosis periodística sin perder los valores de la veracidad, el ímpetu y la conciencia de saber que lo que uno escribe conjunto a compañeros puede marcar el quehacer o pensar diario de millones de personas en el mundo. Es ahí donde el periodista carga con una responsabilidad, tanto profesional, como moral. No cabe duda que el periodismo ha cambiado, para bien o para mal es un análisis que corresponde a otro artículo. El periodista indudablemente tuvo y tiene que acompañar este radical momento si pretende salir a flote. Los múltiples desafíos que debe afrontar serán una piedra más en el ya tormentoso camino de esta profesión.

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